Es bonito pensar que podemos haber inspirado a alguien, es bonito que te inspiren

¿Qué es la inspiración? ¿Para qué nos sirve? ¿Cuál es su importancia a la hora de crear y a la hora de vivir?

Hay personas que nos apoyan y sacan lo mejor de nosotros, incluso sin ser conscientes de ello. Personas que nos estimulan con su sola presencia, con su talento, con su manera de afrontar el día a día; ellos son nuestras «musas». Las musas son una metáfora de esos seres que iluminan nuestro camino. Todos y todas las tenemos, están ahí, se pueden llamar canciones, personajes, padre, madre, amiga, árbol o luz de otoño. Vivimos a corazón abierto a nuevas sensaciones, a nuevos impactos vitales y a nuevas maneras de sentir.

También nos inspiramos con el dolor, con la alegría o con la incertidumbre. Si nos abrimos en canal y estamos dispuestos a nutrirnos de todo lo que nos rodea, podremos crecer al son del resto del Universo. Vibrar en la misma frecuencia y hacer mil viajes por el Sol en una misma vida.

Dicen que para que haya inspiración tiene que haber un sentimiento. No lo decimos nosotros, lo dice la astrónoma Michelle Thaller: «Estamos hechos de polvo de estrellas y de decenas de capas de epidermis con las que sentir»

Cuando nos llega la inspiración, la imaginación vuela y se estimula nuestra creatividad. Podemos alimentarnos de días y noches, de procesos, de experiencias, del alma de otras almas. No hay límite, somos catalizadores de lo que nos rodea, tenemos el don de poder construir y deconstruir nuestro yo a partir del nosotros, del ellos, del vosotros.

¿Cuántas veces habéis sentido la necesidad de exteriorizar algo? ¿Cuántas veces esa manera de exteriorizar afecta a nuestro entorno? Nosotros también podemos ser musa para alguien en algún punto de nuestra existencia. Puede ser que despertemos admiración, placer, curiosidad y por otro lado generemos motivación, es decir “ganas de hacer” también.

Para generar inspiración en otra persona, para inspirarla, hace falta una conexión emocional que permita ayudar a nacer la semilla de la inspiración.

¿Os imagináis estar viendo una película de Wes Anderson mientras en la pantalla secundaria buscamos las localizaciones de sus pelis? ¿Os imagináis navegar por el universo de Bergman mientras escribimos una poesía sobre la belleza de Liv Ullman? 

Nutrirse de todo lo que nos rodea, estar abiertos para respirar por nuestros poros lo que otros rezuman. Esa es la grandeza del arte, de la creación, el poder cerrar círculos perfectos o imperfectos.

No tenemos que irnos a musas como las de Dalí, quizá nuestra inspiración venga del olor a tierra mojada, de la cocina de casa y del arte de nuestros padres a los fogones y a la vida. Quizá venga de la luz matutina que se cuela por la ventana.

¿Quién dijo que estamos solos? Tenemos las ganas de explorar, la tecnología y un billete de ida para dar vueltas por el Sol.

Nos quedamos con esta frase de Sheryl Sandberg: «Si te ofrecen un asiento en un cohete no preguntes qué asiento. Solo súbete»

 

Fuente: culturainquieta.com